¿QUÉ ESCUELAS DE GEOGRAFÍA PARA EDUCAR EN
CIUDADANÍA?
Cuando destacamos
la aportación de la geografía a la formación ciudadana no nos referimos sólo a
sus aspectos pragmáticos: localizar un lugar adecuado de vacaciones, guiarnos
con un mapa en una ciudad o entender un plano donde aparecen los usos del suelo
urbano. También queremos hacer hincapié en la capacidad de esta materia para
plantear cuestiones relativas a la manera de
organizar el espacio los diferentes agentes sociales: barrios marginales
(guetos) o espacios comerciales que implican el uso del transporte privado.
Ahora, en
los momentos del umbral del tercer milenio, la geografía tiene ante sí nuevos
retos. Los proyectos de configurar un mercado mundial inciden en la posición
estratégica de los lugares, teniendo en cuenta los recursos humanos y posibilidades
de desarrollo local. Y en este ámbito surgen nuevas preocupaciones humanas, de
tal manera que los conocimientos geográficos se hacen cada vez más relevantes.
Así la globalización económica, las interrelaciones entre lo local y lo global
hace más necesaria una formación intelectual que facilite el diálogo entre el
espacio y las relaciones sociales. Queremos plantear con claridad que el mito de
la unidad de la geografía ha servido para conformar una opinión pública que ha
sido sumisa con las estrategias emanadas desde el poder político. Sin embargo,
lejos de esta imagen de homogeneidad es fácil reconocer una pluralidad de
enfoques en la materia, que ya no sólo se corresponden sólo con un listado de
hechos y conceptos de una cultura académica, sino también los procedimientos y técnicas
utilizadas por los investigadores para solucionar problemas que se habían
planteado en relación con las expectativas sociales. Y mantenemos que estos
enfoques teóricos son los que posibilitan su utilización didáctica a través de
los proyectos curriculares, como luego veremos.
En trabajos
anteriores de esta misma revista se han planteado cuestiones relativas a los
argumentos que justificaban la escasa innovación en el campo de las didácticas
de la geografía e historia y se aludía a la necesidad de plantear proyectos
curriculares como alternativas innovadoras en la educación. Éstos han tratado
de sistematizar un modelo de enseñanza que aúne los factores extrínsecos al
aula (el contexto social y familiar del propio centro, las directrices políticas de las administraciones educativas,
el papel de la cultura académica...) y los que se producen en la comunicación
en el aula (la selección de contenidos,
la secuencia metodológica, las estrategias docentes, el uso de los recursos
escolares...).
EL TRASLADO DE LA GEOGRAFÍA ACADÉMICA AL MARCO ESCOLAR
En efecto,
nuestra tesis indica que la manera de entender la geografía escolar se remonta
a la sistematización que hace Paul Vidal de la Blache (1845-1918) del
conocimiento geográfico, una descripción de diferentes territorios (regiones y
Estados) en las cuales se combinaban factores del medio físico y de la acción antrópica.
Cuando en el siglo XX surgen nuevas formas de entender la explicación geográfica
del espacio, la consiguiente especialización (geomorfología, climatología,
biogeografía, geografía del género...) da lugar a una fragmentación disciplinar
que hace difícil seguir manteniendo las mismas posiciones educativas. Los
geógrafos universitarios ya no mantenían unas metas semejantes, que estaban
determinadas por la idea de la armonía entre el medio físico y la acción
antrópica. Aparecen nuevas preocupaciones que no eran ajenas al crecimiento de
la urbanización y de los conflictos que aparecían en la ordenación del
territorio.
No es
extraño que una de las obras más conocidas de Vidal de la Blache sea la síntesis
de la geografía de Francia que escribió como prólogo a la historia de E. Lavisse,
principal representante de la corriente historiográfica que explica los hechos
remontándose al origen de las naciones, la historia patria. Una finalidad política,
unos contenidos que confunden el orden cronológico con la explicación de los
hechos y una metodología que nos remite a la memorización y recuerdos de los
grandes personajes históricos y los nombres de batallas, montes y ciudades.
Cambiar esta opinión pública dominante es difícil, no sólo en España, sino en
cualquier lugar que se ha intentado. Por eso, a veces, las innovaciones son más
sencillas cuando se realizan al socaire de las transformaciones del saber
universitario.
La crisis
de la educación geográfica y de su pérdida de identidad surge en la segunda
mitad del siglo XX asociada en gran medida a su imagen de síntesis de
conocimientos sobre un territorio, que además solía coincidir con un Estado-nación.
En el campo de la educación obligatoria la geografía debía consolidar su
posición en el conjunto de las ciencias sociales, lo que le daba lugar a que abandonara
sus preocupaciones ambientales. Una posición que fue duramente criticada por
los geógrafos que reivindicaban el predominio de la síntesis regional como
esencia del saber específico. Frente a esta posición dominante otras personas
defendían (defendimos) la posibilidad de organizar actividades de aprendizaje
en relación con problemas sociales y ambientales que eran objeto de
preocupación para un gran número de personas. Ello implicaba estudiar los
cambios epistemológicos en la geografía y analizar con cuidado las preocupaciones
sociales y las capacidades de
aprendizaje del alumnado. Todo ello nos conducía a un camino lleno de incertezas,
pero también pleno de ilusiones por investigar e innovar.
Un
diagnóstico semejante era el que se podía verificar en los proyectos curriculares,
que aparecen en el ámbito anglosajón al socaire de la llamada Nueva Geografía.
Una posición que contrasta con las dudas esbozadas por el gremio de profesores
de geografía e historia de Francia o de las incertidumbres generadas por las
innovaciones en Alemania. Se venía a comprobar, de este modo según mi juicio,
que los cambios en la enseñanza de la geografía son más lentos y complejos que
los que existen en la investigación geográfica, pero al mismo tiempo ésta se
convertía en un referente de aquella. Incluso en la misma evolución de la
geografía universitaria podíamos encontrar ejemplos de resistencia a las
innovaciones, como fue el rechazo que originó en muchos ambientes académicos
las propuestas de la Nueva Geografía, denominada por algunos de forma
peyorativa como “de chorlitos”, en tanto que
uno de sus mentores era R. Chorley.
LOS MODELOS EDUCATIVOS Y LAS TEORÍAS GEOGRÁFICAS: DE
LAS TEORÍAS PARADIGMÁTICAS DE APRENDIZAJE A LA DIVERSIDAD SOCIAL.
En relación
con la educación que se persigue a través de la geografía como materia de
formación también entendemos que existen diversas maneras de organizar los
modelos curriculares; o sea, cómo y qué se enseña. En España es predominante
una concepción que entiende que el profesorado y los manuales escolares son los
depositarios del saber y los alumnos sus receptores pasivos.
También es
cierto que se han abierto nuevos enfoques a la innovación didáctica, que han
considerado la evolución de los paradigmas y las necesidades sociales. Sin
embargo, el camino de las mejoras pedagógicas es mucho más complejo, pues no
sólo concierne al cambio de métodos y objetivos de investigación, sino también
a la capacidad para convencer a otros colegas para romper con la hegemonía
cultural de los temarios y libros de texto
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